Era solo una sombra tras el cristal,
vestida de negro, plateados ríos
en una melena morena.
Nubarrones en un cielo roto
en mil pedazos.
humedecen la tierra de un abandonado jardín,
corro de canalones, percusión de rondallas,
dulce timbre de tejas goteando.
Caen sobre charcos, espejos de negrura,
lava de azabache de la ira de un volcán.
En su mirada, soledades de otoño,
herida de un sueño de primavera.
Su boca murmura tristeza agría,
araña la aguja el disco y las vísceras
de su corazón.
Canturrea como una niña vieja:
“Y si me dices que no,
ay, amor, no me dejes rota
que la vida ya me rompió.”
Era solo una sombra tras el cristal
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