Lentas fueron pasando las horas
sobre la columna vertebral del día,
parecía eterna la tarde
que ahora oscurecía este cielo
perfilando los tejados sobre un fondo añil.
Pronto se pondrá la noche
su negro camisón de satén
caerá el borde de su volante,
sobre la cúspide de las espadañas.
Y abajo, desde tierra,
brota la cálida luz de las farolas
para no ir a tientas los ojos
de estos ciegos.
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