Un día el ego se ausenta,
deja el cuerpo con sensación de vacío.
Una cierta incomodidad
recorre nuestros miembros,
se mueve al ritmo de los relojes
por pura inercia, no por propia voluntad.
Todo el entorno se dibuja
con sus formas acostumbradas.
Nada de lo que hay
podrás decir que no lo reconoces,
sin embargo, eres un elemento ajeno
incluido en ese paisaje
sin identidad ni certezas.
Pierden los pilares este edificio
que con firmeza lo mantenían.
Fluía la vida por sus amplias y abiertas ventanas,
salía y entraba en busca de sueños y sol.
Un pez que ligero se mueve en el agua,
es ave de un perfecto cielo.
Haber sido uno más en el mundo,
parte de un todo y ahora no ser
nada, disuelta forma sobre un oscuro fondo.
¿Qué rostro se mira
cuando son extraños los ojos?
Hablan de una realidad que no entiende,
la boca repite un eco,
obedece la rueda y gira.
Los otros visten sonrisas,
traje que un día llevaron tus labios.
Comentan, hacen, se mueven
en un reconocido camino,
comprenden las señales
mientras el ausente se pregunta
qué sentido tiene.
Ha perdido la razón del símbolo,
ese actor que, tan metido en su papel,
creyó ser el personaje
de pronto, como quién despierta de un sueño,
se ve sobre una tarima,
diciendo palabras aprendidas de memoria,
intercambiadas con otros interlocutores.
Ha perdido el guion
de la obra y su cabeza
no entiende qué tipo de estupidez
relata, qué ridícula apariencia lleva,
quiénes son esos que escuchan y miran
sintiendo ser uno en esta historia.
Un día el ego se diluye, como nube
en el cielo
y claro se distingue su fondo.
Tanta claridad que su luz ciega.
En lugar de abrir los ojos,
estallar el corazón de alegría,
la mirada se turbia, se oscurece todo,
porque los cuentos no tienen sentido
cuando se pierde el argumento.
Quedan las palabras sueltas,
cada elemento,
cada personaje,
objetos del decorado,
son un absurdo, una figura inexistente
sin nombre, sin plano, sin valor.
Estando en un bosque, te sientes habitar
un desierto.
Cubres tu rostro con las manos,
lloras desconsolada al hallarte perdida
en un punto sin retorno.
Solo volver al espejismo ayuda a recobrar
esa locura sana de creerte ser alguien.
Un día el ego se ausenta
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario