Pronto pasan las nubes,
no te sofoques por su negrura,
ni te confíes en su lecho
de esponjoso algodón.
Ayer, por el poniente, hicieron
apiñada bravura ,
descargaron toda su rabia,
desataron la fundida luz,
atravesaron los espacios sus afiladas lanzas,
centelleaban a ráfagas surcando el aire como aves
de mal agüero.
Desplegadas sus negras alas,
se batían los espadachines
en el fragor de la lucha.
Tras esa furia desbordada,
al llegar el sosiego,
dejó sobre la tierra la intensa fragancia,
fermento de pasión,
entregada la amante agua,
a su amada tierra
despliega sus aromáticos efluvios.
Sus pétalos encendidos por el sol
avivan las entrañas y la sangre
desecha la bilis negra por los canalones,
recorren sus arroyuelos turbios
hacia el abismo de las alcantarillas,
llevados lejos a purificarse de su aflicción.
Reclama la vida su derecho al gozo.
El paisaje de nuevo se ilumina.
Por cada resquicio del cuerpo
supuraba su amargura
y entra a raudales la luz del júbilo.
Cantemos por ahora, ¡aleluya!
Ayer nubes negras hundían
su peso sobre nuestras cabezas,
hoy ha sembrado el cielo
la blanda alfombra de espuma blanca.
Brotan ecos de risas,
arrullos de aves,
vuelos de palomas
y el alma, en paz, sin miedo ni tristeza
vuelve a su natural ser,
el amor.
Pronto pasan las nubes
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