Hay un hueco que nunca se rellena,
está al fondo del cajón
de la mesilla de noche,
entre sujetadores y bragas.
Ese espacio se niega a ser invadido,
es un rincón sin nombre
sin adjudicación propia.
Podría llamarse vacío,
inquietud, esperanza.
Es el lugar de un sueño
y como nada encaja,
no admite intrusos.
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