No desvisto este cuerpo
ni lo cubro con tejidos suaves y blandos,
dejo que el viento lo desnude,
recorra sueños de azoteas
donde el sol ribetee
ondas de destellos dorados.
Pero, ay, este sol hiere
con su fuego y su luz engaña.
Los días colgados de sus vestiduras,
golpeadas por vientos,
se mojan de lluvias y rocío.
A duras penas aguantan la noche,
empapados de polvo de estrellas,
de rayos de luna plateada.
Sujetos a un cordel,
van enganchados unos a otros.
Se dejó a la suerte su devenir.
Bañados con promesas de horizontes,
niegan y reconocen su reflejo en los turbios charcos.
Pasan por sus estaciones rutinas e imprevistos.
Todo es calendario fortuito.
Alimentan sus bocas vacías
moscas y pétalos.
En sus senderos hay repudio y olvido,
la razón lucha y cede,
cede y lucha.
Y gana la desidia.
No desvisto este cuerpo
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