Con qué prestada identidad

 Con qué prestada identidad
vive esta mariposa, a cuyas alas
los ignorantes dedos
quitaron sus polvos mágicos
para poder volar.
Sabe que pudo vivir tan distintas vidas,
ser diferentes sustancias,
nacer en cualquier territorio.
Esta es su vida,
este su ser,
esta su tierra.
Busca su flor en este pequeño jardín
cubierto de hierbajos
que nadie cuida.
Como estuvo herida durante largo tiempo
sus alas quedaron mustias
y ya apenas vuela, da saltos cortos
en breve espacio.
Acogida entre una maleza
de los tallos de una planta,
tiene su refugio y alimento,
sombra cuando el sol aprieta,
techo cuando llueve.
Es tan frágil su cuerpo,
tan insignificante su presencia,
que ni los depredadores la quieren disfrutar
entre sus fauces.
Sabe que pasan los días
porque ruedan las horas
entre luz y oscuridad,
frío y calor,
hojas secas en el suelo
y florecillas que brotan.
La claridad no le ofrece
mayor gozo que la noche.
Pasa sin dejar huella, la una y la otra.

No es que esta mariposa
esté impasible a los cotidianos
acontecimientos,
se acomoda y sueña.
Tuvo días tristes, dolorosos,
donde el miedo se instaló
tan fuerte en su pecho,
que temió por su fortaleza.
Se sintió sucumbir, meter la cabeza
bajo las alas,
pero algo divino tiraba de sus miembros,
no la dejaba que se rindiera.
En este transcurrir disfruta
de los detalles del paisaje
que le reconforta.
Vive, con la imagen
que la naturaleza dibujó en su figura,
reconocida en el reflejo de un charco
de agua.
Pudo ser cualquier otra cosa
haber tenido otra vida,
quizá maravillosa o trágica.
Este es su rincón y lo protege
como la más especial joya
en el cofre de su alma.

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