Uso la palabra para jugar,
para llorar y reír,
para gritar a los cuatro vientos
de mi habitación
y que sus ecos reboten sobre mi consciencia
en un intento loco
de reconocerse en su reflejo.
La vida me dio la palabra
y yo la expuse al auditorio
de mi morada interior.
Usé la palabra para hablar
a mi corazón y sus sentimientos
y al abstracto lenguaje del cerebro.
Puse discursos equivocados,
prestados de quién ignora
el manantial que recorre
las entrañas de su comarca.
Usaba la palabra en silencio,
la saboreaba en mi boca.
Entre mis labios dejaba escapar
un leve murmullo,
iba a la puerta de la calle
y volvía hacia adentro.
Uso la palabra, salvadora
de mis soledades.
Frente a miedos construí murallas
y un puente levadizo
que no siempre evitó el asalto.
Con dolores pequeños, medianos y grandes
usé distintos vocabularios
y nunca fue el grito más alto
que el clandestino gemido.
El agua fluye por el cauce
con su ronco rumor
como la voz recorre todo el cuerpo
y no solo desborda su caudal la ribera
sino holla hasta lo más hondo.
De sal fuimos creados,
la palabra es roca que la filtra
para brotar de su cuenca
pura y transparente,
pero arrastra limo y piedras,
arcilla modelada por el cuello
angosto de nuestra garganta.
Uso las palabras,
gotas dulces buscando
abrazar un océano.
Uso la palabra para jugar
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario