Hoy ha quedado barro seco
a la orilla del río.
Sediento bebió el sol sus aguas.
Se han borrado los caminos
que brotaron con la fuente
y entre risas cándidas
aprendieron su rumor.
Crecieron sus púberes arroyos,
temblaban de gozo sus dedos
al rozar la piel de la tierra.
Ahora, aunque son cristales rotos sus gotas,
aun confían en llegar a un verde mar
y ser majestuosas olas con destellos de nácar.
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