cuando se abrió
la tierra en
maternal
seísmo
y de sus entrañas
calientes
salió la tibia
carne
de un cuerpo.
Desde su desgarrado
útero
fue lanzado
por la boca candente
de aquel volcán
a la gélida vida
cubierto de roja
lava.
Parece que fue ayer
y en este espacio
furtivo,
dejó la pendiente
del tiempo
una ladera de
cenizas.
Bajo su pétrea
corteza
brota de sus ascuas
un hálito fresco
que a otros
territorios vuela.
Abandona este hogar
su dulce brisa,
para avivar otros
fuegos.
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