Al menos,
aprenda su corazón a resistir,
cree en la fiel rutina
y, asida a las agujas de un reloj,
esparza la plegaria de los minutos por el aire,
alcance ese mar su horizonte
y se haga un todo con el cielo.
Naufraguen sus maletas con sus pertenencias,
pero llegue salvo a tierra su cuerpo
y encuentre el verdadero tesoro,
la dulce paz para su alma
que no se la lleve el último suspiro.
Amén.
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