Esta gata es mi sombra.

 Esta gata es mi sombra.
Cada mañana al levantarme,
me saluda y rodea mis piernas
mientras preparo el desayuno.
Tengo que arrastrar los pies
para no pisarla
y si la rozo, encima protesta.
Allá donde voy me persigue,
me siento, se sienta al lado,
me levanto, se levanta.
Querría estar siempre
recibiendo caricias
en mi regazo.
Levanta sus patitas y con qué
cuidado acaricia mi cara
sin sacar las uñas,
con su planta esponjosa 
y reposa su cabeza en mi brazo. 
Pero, me da miedo
que de repente me dé
un mordisco pequeño
como forma de cariño
y me ponga nerviosa. 
Si no me ve, coge cualquier
objeto mío con un maullido protector.
Esta gata me dice ma-ma
a su forma gatuna
y se contagia de mi ánimo.
Sueña que caza y mueve sus dientecillos
y su bigote de forma curiosa
como si ya gozara de su presa.
Tiene su preciado manjar 
en la distancia, sobre los tejados
y a veces, se pone tan nerviosa
que corre como una loca por la casa.
Pobre gata, acaso no sabe
que la sombra solo a ratos
puede unirse al cuerpo
y entonces desaparece
entre las tinieblas de la noche.

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