Se agotan los días
y, alterado el cotidiano ritmo,
ya no se buscan las cosas
en el lugar acostumbrado,
sino que esperan volver a la vida
en el útero de unas cajas.
Se agotan las horas
y agónicas espiran
entre el impasse y la urgencia
de sus agujas.
Imposible retener el vacío
que llena poco a poco estas estancias.
Se agotan los minutos
de estar contenida
entre las fronteras que fueron refugio
para la sustancia de los sueños.
Se agotan los pasos, las miradas,
el reposo, la rutina, la melodía en el aire,
el dulzor saboreado en la boca,
la espera y la recompensa
de ver sus días y sus noches sin mayor desvelo
que alguna pesadilla traicionera.
No podrán en el cercano mañana
los brazos retener este horizonte,
enredados quedarán entre la telaraña
de la memoria.
El corazón se aprieta
para dar abrigo al alma que ya extraña.
Va puesta la vista al paso siguiente
mientras sigue en la misma senda,
toma a cada instante el impulso
hacia adelante.
Se agarran los dedos a la trama del porvenir
y deshacen hebras trazadas
para tejer nueva prenda.
Pierde pie ya el cuerpo en este mar
de imprecisas formas
y debe nadar confiado
hacia tierra segura.
Se agotan los días
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