La miro en su terrible abandono,
en su mirada perdida por los oscuros
laberintos de su cabeza.
No rompió la química el cristal de sus ojos.
A pesar de esa sombra que los cubre,
brillan como perlas cuando sonríe
con la ingenuidad de la infancia.
Bajo sus ramas sembró la hojarasca seca
moho y despojos de frutos que no fueron recogidos.
En un sillón frente a la pantalla
pasa las horas infinitas de los días
envuelta en románticos amores,
así olvida la necesidad de su herido corazón
que late con historias que no duelen.
Entre sus brumas se encierra,
pero, ante una muestra de cariño
ella siempre da las gracias
y se despide con un beso fuerte.
La miro en su terrible abandono
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