Ha dejado de llover.
Las nubes han bajado a tierra,
abrazan los muros y los árboles.
El paisaje entre brumas
parece un territorio onírico.
Es verdad que la luz embellece
el mundo y hasta la noche la desea.
Sin embargo, qué encanto adquiere
cuando se enturbian las cosas
entre esta neblina densa.
La piel se deja acariciar
bañada entre sus diminutas gotas.
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