¡Y miro al cielo! Una luna blanca,
radiante novia envuelta en tul de nubes
con la forma de diamante,
que parece proteger una hermosa perla
entre sus suaves valvas.
Por un instante brota esta magia,
el olvido del irrefutable misterio
la tragedia de una luz impenetrable.
Al fondo, una negrura amenaza tormenta
y estos ojos dudan de su rabia.
No puede tanto resplandor cegarse
por esta sombra.
La noche es húmeda y agradable el roce
de este frío aire en mi rostro.
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