Te echan de menos las estancias,
verte deambular por la casa,
en silencio, pensativa.
Con el paso lento, pesado,
como el ánimo al caer desde las alturas
a los pies y encadenarse,
se hacen nudos
los hilos de tu fragilidad.
Te echa de menos el transparente
cristal con la clara monotonía,
igual que las gotas alegres,
resbalarte por las horas
sin tropiezos ni barreras,
dibujar el traslúcido fondo
de los mundos oníricos.
Te echa de menos la piel
y la carne,
mientras el alma agarra
con avidez el recuerdo de tu voz
para guardarla como un tesoro
hasta el regreso.
Te echan de menos las estancias
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