Celosos del sueño de eternidad,
hasta contamos los segundos,
mientras el tiempo,
impertérrito observador,
esconde los recuerdos.
Devueltos con conjuros extraños,
brotan de una palabra, un sonido,
en la imagen retenida,
pegados a los objetos ,
esos que acumulan polvo
y olvido en estanterías.
Por un instante brillan
dejando en su destello
el reflejo nítido,
su aliento fétido,
su aroma dulce,
el miedo vestido de fantasma
y nos asusta.
La alegría teñida de melancolía
nos deja el sabor amargo en la boca.
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