Los días pasan con horas que son minutos,
huyen las semanas como fugaces relámpagos,
los lunes se pisan unos a otros
tienen urgencia por colarse los primeros.
El tiempo ha transcurrido rápido
y tardan más las hojas de los árboles
en caer que las de un calendario.
Los años se cuelgan de la alcayata
donde quedará un día,
como un reloj parado,
el viejo almanaque olvidado.
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