El miedo supura rabia,
emponzoña las heridas de la frágil carne.
Vuelve enfado a la inocencia,
vencida por pecados ajenos.
La vida generosa para unos,
¡es cruel para tantos!
Beber de un vacío
hizo un árido desierto.
En la soledad solo el silencio grita,
mientras una tierna piel
se hace quebrada corteza .
De aquellos paisajes
vinieron oscuros pájaros
que anidaron entre los recovecos
de las vísceras,
buscaron un hueco en el corazón
para estar calientes las crías,
nacidas con plumas mojadas
de hiel y sangre
y, sobre las alas impúberes,
el peso de una tristeza infinita.
No hay cielo en un interior oscuro,
todos los orificios se cierran,
la boca calla y cuando habla se miente,
los oídos se engañan con una lejana melodía,
las pupilas se pierden en horizonte,
abiertas a una libertad imposible.
Se muerden las esperanzas
creyéndose alimento,
y al final, se vomitan.
Quedan sus vuelos presos entre los barrotes
levantados con frágil barro
que el tiempo petrificó.
Basta la falta de aire
para ser cadenas firmes
de un cuerpo que se acostumbra
a la pauta marcada por la batuta
de un mal director de orquesta.
El miedo supura rabia
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