Fuimos unos náufragos enloquecidos

 Fuimos unos náufragos enloquecidos
que consiguieron alcanzar la isla,
paraíso que creímos soñado.
Nos alimentaron sus jugosos frutos,
tuvimos el refugio en su fértil tierra,
al amparo del frío y los vientos,
salvados del bravo oleaje del océano.

Llegamos a sus cálidas arenas
con las prendas hechas harapos,
arrastrados por el destino
a su mansa orilla.
Allí construimos nuestra madriguera
y escapamos de quedar hundidos
entre las aguas de la soledad.

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