Allí donde la luz no entra
se ciñe la más densa oscuridad.
¿Podrán acostumbrarse los ojos
a ella y discernir que le rodea?
Donde las manos palpan
y dan nombres aleatorios
a lo que no ve,
¿podrá dar forma si la luz no
le enseñó a diferenciar del fondo?
Cuando en el espacio insonoro
la locura se apodera de la mente,
¿podrá algún Dios darnos razones?
Entre las tinieblas de una estancia
por donde se cuelan por ínfimos resquicios
algunos rayos de claridad,
la mirada poco a poco intuye
los contenidos de ese espacio
y, a imitación de un misterio, les da certezas.
¿Podrá el alma ser luz y hendir
el vacío de la nada?
Volcado entre las sombras
de nuestra ignorancia
brillan destellos de verdad,
la que por compasión
nos otorga un creador bondadoso.
Allí donde la luz no entra
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