En la madrugada

 En la madrugada
¡qué solo está el campanario!
Callado, descansa entre las sombras,
arrullado por palomas
que pernoctan en su torre.
Asustado por un improvisado siseo,
se estremece y otea
si hay enemigo a la vista.
Regresa a su sosiego
tras comprobar que solo era una lechuza
en busca de su caza.

En la madrugada el insomne
se recrea en un oscuro paisaje
donde se perfilan los contornos de los muros
iluminados por la tenue luz de unas farolas.
En la madrugada el brumoso cielo,
cercado por una hueste de nubes,
vigila a distancia este mundo.
Hay unos ojos abiertos de par en par
enfrentados a un sobrecogedor vacío.
El oscuro firmamento es techo
que cae sobre su cabeza.

En la madrugada las calles están solitarias,
las voces duermen para velar los sueños
de cuerpos que yacen apacibles
como muertos en sus tumbas.
En la madrugada navegan sus espíritus
por universos lejanos y extraños.

En la madrugada el insomne deliraba,
naufragó en aquella oscuridad misteriosa  
envuelto en un clamor de almas.
El mundo con atuendo oscuro,
trata de ocultar su verdadera identidad.
El insomne cree intuir el misterio
protegido bajo su máscara.
En su perfil creyó ver su verdadero rostro
y fugaz se escabulló entre las sombras
diluido en el alba.
La mañana con su fulgor diáfano,
sus agitadas voces y bullicio de rutinas,
abren claros en la penumbra de la estancia.
Los objetos van recuperando sus formas
devueltas de nuevo a su sitio,
después de andar perdidos por la madrugada.

La mañana da razones a la trasnochada locura,
pone una vez más sobre los ojos cansados
el velo de la consciencia.
Ahora el campanario se recorta
sobre un fondo luminoso.
Erguido hacia un cielo azul
se muestra orgulloso y solemne.
Las campanadas espantan a las palomas
vuelan sobre los tejados,
se anuncia el ángelus en los relojes.

En la madrugada su figura pétrea y fantasmal
fue custodio del gran secreto
susurrado al insomne.
A la claridad del día lo pregona
cuando nadie ya lo escucha.

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