En ese ángulo agudo,
cuando las agujas del reloj
apuntan a su hemisferio sur,
en porción equitativa
entre este y oeste, luz y sombra,
sopla un viento tempestuoso,
flota en el aire su roce helado
golpea el cristal del equilibrio
de las razones cotidianas.
Alma y cuerpo caen
en un vacío sin fondo,
pozo oscuro como la noche eterna.
Entra en avalancha por los resquicios
de tu casa la hojarasca,
abandona lodo por los rincones
forma bajo el sofá un remolino,
la tristeza.
Y un razonable apetito se vuelve
hambre loca imposible de saciar.
En ese ángulo agudo
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