Casa n.º 10 de la Plaza de la Catedral
Almirante Gravina.
Murió a consecuencia de las heridas
producidas en el combate de Trafalgar.
En el espejo de cuerpo alto
dejó su reflejo el insigne almirante.
Un espejo guarda todas las imágenes
que se miraron y entraron a su abismo.
En aquel viejo cristal quedaron las huellas
del paso del tiempo,
con negros parches que el óxido dejó
en su plateada superficie.
Qué marcial porte dibujado
en tan impecable uniforme ,
la postura engolada y firme,
los rasgos soberbios,
confiado ante el combate
donde resolver la victoria o la derrota
–tal vez el miedo o la duda
se ocultara a su propio reflejo–.
Volvería tras la lucha
a recibir sus honores
y se miraría otra vez
con brillantes medallas.
Los ojos fijos, escudriñando
un futuro incierto,
el cuerpo enjuto,
la boca con labios finos
de dubitativa dureza
y orgullo ufano.
Derrotado por el destino,
la muerte a pocas días le esperaba
en aquel océano de fuego y sangre.
En el frío y viejo cristal
atrapada quedó aquella imagen
tragada en su enigmático universo,
ya no vestido de humana vanidad,
sino con el traje de esencia eterna.
Espejo de cuerpo alto
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