Qué clandestina intrusa,
qué destreza sutil,
se cuela inadvertida
en un lunar sobre
el mantel de la mesa.
Se asienta en un rincón de la casa,
es esa raya pintada en la pared del pasillo,
sin saber qué mano ni objeto
la dejó estampada.
Mancha de óxido en la íntima lencería,
pelusas de polvo en las molduras de las puertas,
cortina que pierde anillas
y cuelga deslucida,
sin firmeza ni lozano esplendor.
Es una sábana mal doblada
en el cajón de la cómoda.
Es la forma hundida del colchón.
Es esa taza con una muesca
en la que evitas poner los labios
al tomar el café de la mañana.
Vaporosa, vestida de negro tul
y sinuosas sombras,
se camufla ante el espejo.
Acabarás arrinconada en un hueco,
sentada frente a la imagen de una extraña.
Qué clandestina intrusa
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