En nuestras huecas manos

 En nuestras huecas manos
el sol descubre el correr de nuestra sangre.
El agua calma la llaga,
alivia su ardor.
Un manantial claro
brota y mana de la profundidad
en un desierto.
Es su cauce vida y muerte,
cuna y tumba,
que cede al oriente o poniente.
Fuego y agua,
abrazados,
sacian en su vientre a los diablos
que habitan nuestros infiernos.

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