¿Qué se veía en un rostro?

 ¿Qué se veía en un rostro?
Unos ojos camuflados entre sombras,
una boca con sonrisa fingida,
unas mejillas con falso rubor
de polvos compactos,
una nariz soporte de unas gafas.
¿Qué se veía en la mirada?
Una lágrima encubierta,
una sonrisa circunscrita,
la cara de engaño del color
y el aire amargo aspirado
de un infortunio.

Fue fácil guardar en un cuerpo,
retenido por sus recónditos espacios,
el horror que rondó las agónicas horas.
Ordenaba al paso mantener el ritmo,
el iris limpio con suero fisiológico
arrastrando la sal que dejaron las olas.
Abajo, en el vientre, entre las vísceras
jugosas, bañadas en sangre,
los brazos aún sujetaban un cuerpo escuálido,
con el grueso peso de la muerte
y la liviana vida puestas en la balanza.
Intuido esqueleto, reflejado cadáver
en la pasión del tormento.
En su regazo su crucificada descendida
aún conservaba la fe entre los labios.
Los ojos del alma alzados al cielo,
suplicantes, mientras el miedo devoraba
la frágil carne lívida.

Son recuerdos que la memoria borra
y la memoria aventa
como alfombra al sacudirla.
El rostro marca las finas líneas
de las palabras gritadas en silencio
que la goma del tiempo emborrona.
Y, sobre la hoja cenicienta,
deja reposadas sus virutas una y otra vez.
Aquellas que parecieron volar
lanzadas a soplos por la boca
caen de nuevo y se reposan entre sus grietas
haciéndose dura costra y nunca olvido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario