Pronto pasó la primavera,

Pronto pasó la primavera,
inadvertida en sus inicios,
al principio ajenos al bullir
que germinaba la tierra,
ignorantes, caminábamos distraídos.
Sólo al surgir las flores
fuimos conscientes del campo
que nos contenía,
pero breve floreció su revelación.

Nunca llegamos a conocer del todo
lo que los ojos no alcanzaban
y la mirada se confundía.
El verano dio algunos frutos,
aquellas flores donde libaron las abejas,
y muchos pétalos caídos
se pudrieron sin echar semillas.
Cuántos no eran conscientes
de su destino, cuántos emprendieron
el vuelo hacia un cielo inalcanzable
y, ciegos, trataban ver en la oscuridad,
perdiendo los sabores en otros labios.

Se aleja el estío sin percatarnos,
sólo algunas ráfagas de brisa fría
anunciaban el otoño.
Nos sorprende con desnudo plumaje.
Echamos cuentas de provisiones
y no sabremos si su caudal
cubrirá los días del invierno.
Faltan fuerzas en los huesos
y hay un peso de cansancio indefinido,
algo que ni los médicos
darán con el diagnóstico.
Es ese tiempo caduco
que, en cada quemar los residuos,
acumula un polvo cenicienta,
un gris que transmuta en negro
si no nos alcanza antes
la inconsciencia y la memoria
hecha retazos de lo que fue
un bonito vestido.

O en un desequilibrio hipotético,
nos llegue la luz cegadora
del tiempo eterno
sin previo anuncio.

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