Navegamos o nos navegan
los minutos de algunos días,
ausentes, casi nulos,
para identificar la emoción,
y el pensar que nos dejan
las cosas que transcurren.
Vemos y escuchamos porque el cuerpo
responde a esos estímulos
pero falta el riego del agua
de la razón que los interpreten.
Permanecemos como estatuas
indolentes, firmes, sin descomponer
su materia y su forma.
A saltos van los minutos
sin el pegamento de las palabras,
dejan sobre esa tierra estéril
la única semilla que existe
en el espíritu.
Como leve brisa que roza
nuestras mejillas, la sentimos
y nos unen a la vida,
mas ahora no crece por falta de luz,
quizá germinará mañana.
Cuando el dolor de la idea
nos absorbe
todo nuestro ser se convierte
en esponja.
Luego, más tarde,
cuando se asimile su alimento,
nos nutrirá.
Quizá entonces, deshagan
esos huesos pétreos
y se conviertan en polvo de mármol
para el recuerdo
de aquellos huidizos instantes.
Navegamos o nos navegan
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