Fisonomía del instante

Siento una emoción indefinida
para la que no hallo el concepto
exacto.
Podría cargarla de experiencia
con todos sus posibles adjetivos,
pero nunca
lograría con certeza expresar,
pues solo vería la huella
que ahora deja en mi alma.
Durará un leve instante,
quedará la vaga sensación,
en la memoria
con los errores de cálculo.
Si pretendo comunicarla
a otro semejante
buscaría los mismos elementos
compartidos,
con lo que de la misma forma
destruiría su materia.

No es esto lo que deseo,
no espero ningún atento oído.
Qué osadía pretender
emocionar del mismo modo
al ajeno, aunque seamos
ojos que se miran a través
del mismo espejo.

Tal vez sea así para el arte
que va de lo concreto
a lo universal,
donde los seres creen entenderse
como iguales.
Yo disecciono la emoción
como un cirujano,
la examino
a la vez que despejo
los obstáculos
con el frío instrumental
de las palabras.

Poco a poco, ese cuerpo cerrado
que ocultaba el desafío
deja sus vísceras abiertas
para quizá lograr el fiel diagnóstico.
Hurgo entre sus órganos,
indago las señales
de su laberinto confuso,
rastreo la senda
hasta llegar al meollo.
Y aquella emoción huidiza,
cubierta por tejidos sangrientos,
deja a la vista la causa de su malestar
que se manifestaba con inespecíficos síntomas.
Se muestra ante la atenta mirada
en claro y nítido sentimiento.

No fue mérito de las herramientas
que se emplearon,
ni cualidad profesional,
tampoco de un sabio conocimiento.
Nada de esto ayudó
a esclarecer la duda,
la oscuridad que lo envolvía,
sino una suerte de casualidades,
un magnetismo mágico
deshizo el nudo.

Sin camuflaje, desnuda,
como un recién nacido,
tiré de ella con trémulas manos.
Su cálido corazón
palpitaba sobre mi pecho,
quedé admirada de tan hermoso prodigio.
Ante esa frágil sustancia
se reconoce la verdad
más allá de lo que fuera
imaginado.
La nomenclatura
de unos datos y fórmulas
es tal vez ayuda para quienes
trabajan con los repetidos supuestos,
recurren a los espacios reconocibles,
buscan en los archivos,
ordenadamente dispuestos
para ser consultados,
la respuesta aprendida,
no la revelación inesperada.

Sin embargo, se debe dejar
su trayectoria al albedrío,
poner torpes pies
para sus firmes pasos,
acortar la mayor distancia.
Se me revela su misterio
y se me escapa.
La fugaz presencia compensa
para intentar hacer su retrato.
Cuando de su esencia etérea
se retira el velo,
sale de la membrana que la protege,
expande un fulgor que ciega
y, a tientas, con vergüenza,
recorremos su figura
brumosa claridad que nos baña.
Pronto escapará de nuestros dedos,
seguirá errante a través del aire.
¿En qué siguiente rama se apoyará,
sobre qué brazos se echará un sueño,
en qué rincón de abandono
girará su belleza entre restos de basura?

Mientras la tuve en mi regazo
le canté una nana
con la melodía que brotaba
de una fuente oculta.
Cuando llegue el olvido
guardarán mis labios
el dulce sabor de su beso.

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