Que venga la lluvia

Que venga la lluvia
a limpiar las calles.
Que venga la lluvia
a empapar la tierra.
Que venga la lluvia
a mojar las ropas
en las azoteas,
devuelva al aire
su transparencia
y, al barrer el viento
las nubes,
regrese un sol más cálido
de otoño.

Que venga la lluvia,
que estallen los campos
con su intenso verdor.
Que venga la lluvia
y deje las playas desiertas,
y sin gritos de gente, nos acurruque
el ronco eco de su nana.
Que solo nos quede el arrullo
del rodar de las olas
y, al romper en la orilla,
hagan pompas de espuma
sobre guijarros y conchas de nácar.
Que venga la lluvia
y en la arena contemos
las pisadas
de pasos solitarios.

Volverán a comer las gaviotas
los peces que arrastren
las redes de los barcos
y no del estercolero de la tierra.
El bullir de sus graznidos
nos traerá el añorado recuerdo
del sosiego de un septiembre.

Que vuelva la lluvia,
el frío en el rostro,
las tardes húmedas
del próximo invierno,
donde hojas trémulas
viertan los besos de sus gotas
sobre los charcos,
bautice la vida
con su caudal fecundo.

Que vuelva la paz
a rondar los hogares
y deje oír el silencio
de la voz sin palabras
de la sangre que nos corre
por las vísceras
y no el gruñir salvaje
de animales en celo.

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