Cuando en distraído recogimiento
el mundo exterior se anula
y divaga nuestra imaginación
inusitados espacios,
es un vivir tan similar a los sueños
como los hechos reales,
auténtico discurrir por el tiempo,
más que vivido, vívido,
con una intensidad sobresaliente.
No es sólo la realidad
dueña absoluta de las vivencias,
a veces, por el contrario,
tienen menos valor
que los propios actos,
aquellos que, sin atención
ni consciente entrega,
realizamos de modo automatizado,
sin reflexión ni análisis,
también, sin la libertad
para su abandono.
Tienen menos de real,
menos auténticos y necesarios
que un alerta paseo por los
vericuetos de nuestra mente
con pasos firmes hacia la aventura:
el hallazgo de otros universos
más allá de las constreñidas
razones,
dedos etéreos que rocen
y alcancen lo intangible.
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