Dicen estar los ojos
hechos para la belleza,
damos color y forma
para crear un hermoso cuadro.
Habla nuestra boca
una melodía de sonidos,
palabras que van y vienen
llevadas por el viento
a través de la eternidad.
Son nuestros oídos cuencas
que retienen ecos
de besos y arrullos.
Se pierde el sentido
con la fragancia de una flor
o viene de la mano del recuerdo
el olor de un cuerpo amado.
Surcan eléctricas corrientes
y estalla la tormenta en la piel
al roce de unos labios,
la caricia de la brisa fresca
de una noche de estío.
Están los sentidos despiertos
a la armonía de un rostro
pero cerramos los párpados,
nos hacemos los dormidos
ante la fealdad del mundo.
No ver la mancha roja
sobre el manto de la arena blanca,
negar la consciencia del lodo
oculto en el fondo del océano.
Volver la cara a la muerte
que habita la tierra.
Sobre la paleta se descomponen los colores
cuando atraviesa la mirada
el frío puñal del dolor.
Hoy han visto mis ojos
el horror de un punto
sobre el mapa de un cielo azul,
el silencio de un alarido,
el espanto de la desesperación.
No era un ave en vuelo,
era un hombre,
un pobre y desgraciado ser humano.
Sólo un mundo sin ojos,
ni boca, ni oídos, ni piel,
ni carne
podría hospedar un alma monstruosa,
que se conmueve sólo con lo próximo.
Cómo sentir y hacer sentimiento
de este falso sueño de belleza
siendo ignorantes
de una realidad tan despreciable.
Dicen estar los ojos
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario