Y si tuviéramos un reloj parado

 Y si tuviéramos un reloj parado,
marcando una hora fija,
el día sería una fracción diferente.
Si tuviéramos un calendario fijo
colgado de la pared de nuestra estancia,
el paso que lleváramos sería más lento.
Si nuestro ritmo fuera conducido por el viento
para avanzar como hojas secas
caídas de un árbol
o nubes extendidas por el cielo,
se habría forjado lo cotidiano en imprevisto.
Si nuestra medida del tiempo la marcara
el rodar de las olas calmadas o abruptas,
que llegan a la orilla para besarla
un instante y jugar con sus caracolas
o muerden con ira la roca
para volver a su útero,
todo sería un instante único.

Eso es la vida,
sin hacer divisible el infinito.


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