Como el sol que hace crecer
el árbol y lo seca,
reverdece el campo
y convierte la fresca espiga
de trigo en paja.
Ese sol que resplandece en el día
se marcha cada atardecer
y nos entrega la noche.
Es el mismo sol que alumbra
nuestros corazones y los ciega,
abrasa el alma y la aturde
y a la carne hierve y enfría.
Como este sol que contiene
luz y oscuridad,
calidez de brasas y violenta llama,
vida y muerte transitan,
así se envuelve el misterio
de templanza y locura.
Son susurros de pasos que se presienten,
intuición de sombras que se adelantan.
Nunca muestra el cuerpo original
su sustancia y su trayecto.
Nuestras certezas tienen dobleces,
engaños de formas,
porque el sol que brilla
sobre nuestras cabezas
es amago de claridad
que pronto se apaga.
Como el sol que hace crecer
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