No te engañen los sentidos, corazón

 No te engañen los sentidos, corazón,
no existe ese tiempo
que tú creas y cuentas, restas y sumas.
Fallas en los cálculos si crees
en las agujas del reloj,
cuadras las estaciones sobre un almanaque
y controlas las órbitas de los planetas.
Sueñas si piensas que vas o vienes,
si llegas o te marchas.
Ay, corazón que nada entiende,
mantén con brillo el germen que habita
tu sagrario y por tu carne y sangre
fluya incorpórea su gracia.
Es aquello que permanece al romper
las vestiduras que nos cubren,
la semilla sin cáscara ni falsas apariencias.
Mira ese instante de fulgor,
destello que se intuye sobre una teja,
está
porque le penetra un rayo de sol,
si te mueves un solo centímetro,
desaparece ante tus ojos.
Acaso, ¿podrás tener la certeza
de esos traidores que juegan
con la luz y la sombra?
Ven, corazón, a sentir
en cada partícula de tu ser
ese bendito germen.
Cuida de esa joya,
que nada la oscurezca,
ni siquiera nuestra obstinada obsesión
por la medida de las cosas.
No te importen los reflejos
de un rostro que envejece,
solo son engaños de este mundo.
Ni busques por ningún lugar tangible
ese hermoso regalo que te contiene.
El fuego eterno lo oculta
                                        bajo su amparo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario