Hubo un tiempo que la dama quiso
tener total ausencia del mundo,
la noche con sus blandas tinieblas,
su silencio solo roto por algún crujido,
las bocas tragando aire
y el aire espeso era un mullido colchón
donde caer muerta.
Mas, la mañana volvía
con su acostumbrada sonoridad,
limpia de brumas,
desayunada de los primeros rituales.
Ella, al volver al mundo,
sonreía por los trinos de pájaros,
pero temblaba con las voces.
Rompía el mármol de su tumba,
salía del pesado abrigo,
se aseguraba que la puerta
estuviera cerrada con llave,
dos vueltas,
y no descorría las cortinas
para no dar señales de existencia.
Hubo un tiempo que la dama quiso
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario