Esta noche clara por donde pasean
gruesas nubes,
olas que derriban la naciente luna
y dejan su claridad de espejo,
intenso fulgor sobre su fondo oscuro.
El cielo, majestuoso,
rodea los edificios y cae sobre las calles
su abrumadora grandeza.
Bajo un silencio solemne
solo se escucha el continuo golpear
de las gotas de lluvia,
pausadas y furtivas,
humedecen estos muros y piedras,
destila en su alambique pétreo
la fragancia salina de un mar lejano.
De vez en cuando se escuchan
las cadenas de un mástil
como campanillas de monaguillo.
Ni un paso por la calle suena,
ni vuelo de vencejos y palomas,
solo una lechuza blanca
cruza por delante
camino de su refugio
entre las ramas de un árbol.
Calma y soledad se respiran
en la abrumadora densidad de plomo,
el insomne siente confianza y temor
bajo el peso del universo.
Observa sus labios sellados,
su enigmática mirada,
la blanca tez de la luna
que a ratos desaparece
y deja reposado su blanco velo
sobre la bruma.
El centinela abandona su torre vigía
y regresa al amparo
del cálido cobijo de su lecho.
Tras las ventanas a oscuras
el mundo duerme.
Esta noche clara por donde pasean
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