El viajero quiere beber
de estos contornos por donde pernoctó
y recuperar fuerzas
antes de proseguir su camino.
Lleva en las manos partículas
de sus muros y en sus plantas
polvo de las piedras.
En sus oídos resuenan sus voces
y respira su alma la paz de sus silencios.
Recorrió laberintos de calles,
descansó en sus plazas,
se impregnó de sus aromas
y le cautivó su cielo luminoso.
Por su paisaje transita su mirada
con la gula del hambriento
que sabe le faltará mañana este manjar.
Para el viajero marcharán los días
con cierta parsimonia,
empujado ya por el deseo de vagar.
El viajero prepara su ida con brillo
en los ojos y con el corazón templado
del que nada espera y todo
con agrado recibe.
El viajero quiere beber
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