Ha amanecido el día nublado,
las nubes rozan el suelo
y dejan su beso húmedo.
Ha llovido con ganas toda la noche
y ahora son tan delgadas sus gotas
que, más que caer,
están suspendidas en el aire
como hojas agarradas por un dedo al tallo,
pendiendo de un suspiro para soltarse
y reposar sobre la tierra mojada.
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