Somos compañeros de estancias transitadas,
de idas y venidas entre horas,
de vigilia y sueño.
Somos compañeros al abrigo de la noche,
a las tardes moribundas en un cielo
de acero que al fuego ardió rojo
y tornó al enfriarse en oscuridad.
Somos compañeros de quejas y ayes,
de ecos que la boca repite,
moja la lengua en risa y monotonía,
de voces ignoradas enfrentadas
al grito o al silencio,
a la comodidad en las palabras.
Somos planta enraizada en la piedra,
alimentada de relentes
y de soles de días
arraigándose, pesada,
la costumbre.
Somos compañeros de estancias transitadas
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