A veces, no lloran los ojos
ni la boca se lamenta.
A veces, simple e invisible,
el corazón se encoge
y un mar violento de aguas oscuras
levanta un oleaje de tristeza.
Es un pozo sin manantial,
un fuego que devora sus profundidades.
Los suspiros se hunden
ahogados en su garganta.
No consuela el baño
de sus saladas aguas.
Es sequía que quiebra la tierra
y calma su sed la palabra,
le devuelve su forma y consistencia
a la sustancia desvanecida.
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