Cuando una pinza aprieta tu pecho,
prenda que el viento agita
y más firme la sujeta.
Cuando un sol deja seca la lengua,
muerden hormigas pelusas en tu vientre.
Son gritos de mudos que nadie oye,
danza de histéricos,
llamas de un fuego helado.
Qué mensaje se grabó en la carne
que no entendió la memoria
y ahora evoca entre las cosas
más simples y cotidianas
raras sensaciones
de un indefinible miedo,
una inquietud sospechosa
la sombra larga, tétrica y oscura
de un minúsculo guijarro.
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