Llegaré a casa de noche,
mi padre estará ya acostado,
tiene que levantarse a las seis
y no volverá hasta las ocho.
Sentada en el sofá estará mi madre,
viendo un programa en la tele
de esos donde todos gritan
y destilan veneno unos contra otros.
La saludaré y me contestará sin mirar,
no apartará la atención de la pantalla.
Entonces me preguntará, ¿has comido?
Tienes en el frigo algo de pollo.
No tengo hambre, le contestaré
y me quedaré en silencio a su lado.
Las palabras se ausentan,
los gestos se reprimen,
la verdad encarcelada es todo dolor.
No sé si ella piensa o siente
mientras vive los problemas ajenos.
Callaré y la observaré,
qué mayor y cuánto abandono.
Siento todo su fracaso y soledad,
cómo decirle ahora mi pecado.
Entre los anuncios su interés se despertará
y me dirá, ¿qué tal te ha ido, cariño?
Bien, mamá. Como de costumbre.
Mejor me voy a acostar ya,
he tenido un día muy duro.
Un beso
y toda la oscuridad para llorar.
Llegaré a casa de noche
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