Cuando llegue la muerte con su olor rancio,
qué importará entonces la pose adecuada,
el gesto fotogénico, los buenos modales.
Y sobrarán las palabras, no rumiarás lo mal hecho
ni cuestionarás tu conducta,
el qué dirán cuando salgas de la habitación.
Poco significarán las dudas y miedos ,
cederán su puesto a los siguientes en la fila,
todas las preocupaciones,
los deseos y los sueños,
como nubes en el cielo caerán
sobre las cabezas ajenas,
contagiados de un caos infinito.
El hombre no hallará descanso
tan sólo en la muerte,
el vivir es el pulso arrítmico
entre calma y sobresaltos,
buscando la imposible armonía
de una feliz canción.
No habrá formulismos ni tendrás
que quedar bien con nadie,
solo el protocolo controlando
los pormenores de tu sepelio
que les tocará a otros,
recompensa que tiene el sabor amargo
de la muerte que no tiene
oídos ni siente su corazón.
Cuando llegue la muerte con su olor rancio
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