Yo, que siempre viví
en el laberinto de los espejos deformes,
¿cómo pretendes perderte
en el estanque de mi mirada?
Yo, que no encuentro
continente para este contenido,
yo, que no pude ser perfecta,
¿cómo quieres que me reconozca
en la imagen que me devuelven tus ojos?
Debo admitir que me doy por vencida
en esta batalla de equívocos,
la indecisa ambivalencia
de reconocerse y ser reconocido.
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