La voz del poeta recorriendo ese aire de levante y ella errante sobre el caminito de tierra, todo un desierto para su frágil cuerpo invertebrable. Bordeando piedrecillas llenas de polvo, haciendo eses en un lecho seco, avanza como un trenecito de juguete, sin humo, lento pero constante danza en una vía sin guía, trazando un dibujo sobre un mapa, para mis ojos, impalpable. La noche tiene su brisa llena de palabras, rítmicas, certeras a veces, musicales siempre o casi siempre y ella ajena o, quizás no, avanza concienzuda, bailando tal vez con el lenguaje de los hombres. Deslizándose hasta ocultarse en un recodo, tras un baúl enorme. Tus oídos siguieron atentos a la poesía del instante. Es ella más poesía, quién sabe. Es ella esa cochinilla de fango y cochambre, la que llena de emoción mi mirada en esta noche, creando poesía entre ráfagas de brisa marina que rodea y toca las cosas, imprime su sal en la sangre y agita el pensamiento olvidando otras razones, más allá de la simple belleza que te atrapa en lo real que lo hace ensoñable.
También es poesía
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