Caminaba con zancos

 Caminaba con zancos
apartado del frío suelo.
Desde allí arriba,
todo se veía distinto
más humano, menos cruel.
Podía pisar las charcas
sin temor a salpicar mis zapatos.
El fango era una cierta sensación
viscosa y repulsiva
que no manchaba mis ropas.
Bailaba al ritmo de sus toscos golpes
sobre los adoquines de las calles
celebrando que el tiempo era eterno.

Los años fueron gastándolos,
poco a poco y acortaban
centímetro a centímetro
su distancia.
Un día me encontré tocando la tierra
con mis propios pasos.
Sentí un tremendo escalofrío,
una sacudida de extrañeza.
Me embargó un terror profundo,
ahora sentía clavarse en mis pies
los duros guijarros.
Se hundían en las ciénagas
y al calor del asfalto ardieron,
fueron llenándose
de polvo y barro mis zapatos.

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