El aire revuelve el cabello,
agita las hojas y las olas del mar,
levanta la falda libre de fronteras.
La libertad se asoma.
El aire barre las calles y junta en los rincones
la arena de la playa,
mece en el vacío del cielo
a las ingrávidas gaviotas.
El aire salado limpia mi cara
y con sus suaves dedos
sujeta las dulces alas de la memoria.
El aire recorre la piel bajo las ropas
y un escalofrío despierta algún fantasma.
La vida parecía más vida entonces, piensas,
aunque la historia tatuada en tu cuerpo
tenga la última palabra.
El aire sube montañas y salva puentes
acaricia y juega con las cometas,
germen de las palabras y los suspiros,
niño revoltoso que agita todo lo que toca.
El aire silva entre los resquicios de las ventanas,
cierra puertas y esparce fragancias,
gime y reclama el calor del hogar,
busca el regazo que calme su apetito
y una vez satisfecho duerme,
entre las sábanas de la atmósfera.
El aire
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